Por Nibaldo- Instructor FIDE
EL AJEDREZ ESCOLAR NO ES MAGIA: LA IMPORTANCIA DE ENTENDER EL PROCESO
Cuando una escuela decide implementar un taller de ajedrez, lo primero que debería quedar claro en la primera reunión entre los encargados del programa y el entrenador es esto: el ajedrez no se aprende ni se domina en uno o dos meses.
En la mayoría de las escuelas —especialmente en países en vías de desarrollo— se ofrece una clase grupal a la semana, de una hora. Eso está bien como punto de partida. Pero si los responsables del programa creen que con eso los niños se van a convertir en campeones en cuestión de semanas, están completamente equivocados.
El ajedrez no funciona así. Nadie se convierte en Experto o Gran Maestro con una clase semanal y sin práctica personal. De hecho, la mejora real depende mucho más del trabajo que el estudiante haga fuera del aula que dentro de ella. La función del entrenador es guiar, motivar, corregir errores y establecer una ruta clara, pero el progreso ocurre cuando el alumno entrena por su cuenta.
Pongamos un ejemplo claro: en los países desarrollados, muchos jóvenes terminan el preuniversitario hablando dos o más idiomas. Eso no sucede en dos meses. Sucede porque esos estudiantes han estudiado dentro y fuera del aula, con esfuerzo constante, durante varios años. El ajedrez exige el mismo nivel de compromiso.
Lamentablemente, hay escuelas que contratan a un entrenador de ajedrez, envían a sus estudiantes a uno o dos torneos en ese primer año, y cuando los resultados no son los que imaginaban —porque los niños pierden partidas o no ganan trofeos—, culpan al entrenador, se desilusionan y hasta cancelan el programa.
Eso no solo es injusto, sino absurdo. Es como sembrar una semilla y pretender que dé frutos la semana siguiente. ¿Esperaban milagros?
El ajedrez es un camino largo. Exige disciplina, pasión, trabajo individual y mucha paciencia. Si una institución no está dispuesta a apoyar ese proceso a largo plazo, mejor que no empiece nada. No se trata de llenar un informe diciendo “tenemos club de ajedrez”. Se trata de entender de verdad lo que significa formar ajedrecistas.
El entrenador no es un mago. Es un guía. El esfuerzo verdadero tiene que venir del estudiante, con el respaldo firme de la escuela y sus familias.
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