Por Maestro Internacional Raúl Ocampo
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Cuando tuve la encomienda de representar a mi país en la Organización Internacional de las Migraciones en Ginebra, Suiza; a fines de los años 90s del siglo XX. Tenía ya una experiencia de varios años trabajando en el Instituto Nacional de Migración y se vislumbraba como el problema migratorio se complicaría para el siglo XX.
En mi vida como ajedrecista competitivo visite muchos países y conocí a jugadores de todos países, muchos de ellos migrantes. Todos hemos sido alguna vez migrantes. Y tenemos de todo. Tengo dos hijos que tienen abuelos norteamericanos, españoles, cubanos y mexicanos, y una hermosa hija nacida en la hermana república de Yucatán, como de broma decimos, una tierra de la cultura más hermosa y rica que he estudiado profundamente.
La migración desde hace dos décadas es un tema que me es cercano y después de ser funcionario público y hacerme un experto en ello, he seguido colaborando a través de una asociación de migrantes y para migrantes como es Los Dos Méxicos A.C. desde hace 30 años, aún cuando era un grupo de amigos migrantes que trabajábamos en asuntos fronterizos. También en la ANUIES colaboré varios años, de 2001 a 2005, en asuntos internacionales, en lo que digamos la migración académica.
Como profesor de ajedrez tengo alumnos en 18 países y hago clases en tres idiomas, además de estar en correspondencia con entrenadores, la mayoría emigrados a diferentes países, de más de 8 países de origen y tres idiomas diferentes.
En ajedrez internacional la migración es tema frecuente. Muchos de mis amigos son migrantes, personas que conozco desde hace mas de 40 años, que viven en más de 20 países diferentes. Es como una hermandad en que se reúnen personas de todas las creencias y razas, idiomas y culturas, religiones e ideas políticas.
La migración es un fenómeno natural e incontenible, como tan innaturales y evitables son todas las cosas que dividen a los humanos, sean fronteras, uniformes o banderas. Las mismas ideas que a veces nos hacen enemigos no son naturales.
Cuando leo el lema de la Federación Internacional de Ajedrez , Gens Una Sumus, reconozco la belleza del concepto, como cuando veía los lemas de la Universidad de Harvard , “la verdad os liberará” del evangelio según San Juan, o el lema de West Point, triunfar pero con honor, o el del Cuerpo de Marina, “Siempre Fieles”.
El problema es que no se queden en lemas sin significados y sean como “El trabajo los hará libres” que ponían en los campos del Holocausto.
La humanidad somos una familia.
Migrar es natural y yo diría que es parte del concepto más hermoso que tiene el hombre “Libertad”.
El ser humano debe ser libre, pues hasta Dios concedió al hombre el libre albedrío para ser tan libre que pudiera hasta dudar de la existencia de Dios y del hombre mismo. Libre para crear su realidad. Para decidir si existe tal realidad o es una fabricación.
En el ajedrez queremos jugar aquí y allá, podemos amar profundamente un país y decidir que por un tiempo, el que decidamos, puede ser estar mejor en otro, o peor, como queramos. Pero lo que tenemos, nuestras habilidades, nuestras capacidades, conocimientos y nuestro sentido y orgullo nacional, lo conservamos como parte de nuestra esencia. No nos lo puede quitar nadie, puesto que todos nacimos iguales y está en todas las declaraciones de las culturas que respetan al hombre. Desde la Carta Magna de Inglaterra, hasta el “We the people” de Estados Unidos y las declaraciones de la Constitución de Apatzingan y el exhorto de Andrés Quintana Roo y la primera liberación de esclavos de América de Don Miguel Hidalgo y Costilla en Guadalajara.
John Quincy Adams en su alegato en defensa de los que lucharon y ganaron su libertad acabando con sus esclavizadores en el barco “Amistad”, decía que podemos invocar la ayuda de todos nuestros Antepasados por que en el momento actual somos nosotros la razón de la existencia de ellos.
También tenemos un compromiso, luchar por nuestras libertades como ellos lo hicieron, y no permitir que a nadie se le quiten,
¿Es usted capaz de sentarse a jugar en un tablero de ajedrez con una persona que le han privado alguno de sus derechos a sabiendas que usted nada hace para que sea igual de libre que usted? ¿No sentiría pena de compartir una parte de su vida, aunque sean unos minutos, con alguien que tiene un solo derecho, por pequeño que sea, menos que los que usted tiene?
Cuando juegue una partida con un migrante, piénselo un poco, y recuerde que es su hermano sobre el tablero. Cuando le pregunten sobre su hermano, recuerde lo que decía Caín “¿Acaso soy el guarda de mi hermano?·” (Génesis 4.9), y que la respuesta es un Si enorme, tan grande como el amor de usted por su libertad y el ajedrez.