Por Nibaldo- Instructor FIDE
María Teresa Mora: La Reina Silenciosa del Ajedrez Cubano
El 15 de octubre de 1902 nació en La Habana una niña destinada a convertirse en leyenda: María Teresa Mora Iturralde, la única alumna directa de José Raúl Capablanca y la primera mujer de Iberoamérica en obtener el título de Maestra Internacional de Ajedrez. Falleció en la misma ciudad el 3 de octubre de 1980, dejando un legado difícil de igualar.
Un talento precoz
Su primer gran logro llegó en 1914, a los 12 años, al conquistar el I Torneo Infantil de Ajedrez de Cuba, organizado por el doctor Oscar Ugarte. Lo más notable: se trataba de un torneo mixto.
Tres años después, el mundo la empezaba a conocer. En enero de 1917, la revista American Chess Bulletin publicó un artículo titulado “Havana has another prodigy”, firmado por el campeón de Washington, Edgard Everet, a quien María Teresa, con apenas 14 años, había vencido en un match: tres victorias, una derrota y tres empates.
Brillando entre hombres
En 1919, ganó la prestigiosa Copa Bohemia en el Club de Ajedrez de La Habana, destacándose frente a jugadores experimentados. En 1921, venció a José Van der Gutch (campeón de la Copa Bohemia de ese año) y a Guillermo López Rovirosa en matches reñidos. Ese mismo año comenzó su etapa bajo la tutela de Rafael de Pazos.
En 1922, se proclamó campeona del torneo más importante del país, la Copa Dewar, siendo reconocida como "Campeón de Cuba", sin distinción de sexo. Tenía apenas 20 años.
Una carrera sin derrotas femeninas en Cuba
Nunca perdió una sola partida frente a otra mujer cubana. En 1938 ganó por primera vez el título oficial de Campeona Nacional Femenina, manteniéndolo hasta su retiro del ajedrez activo en 1960.
Participó en dos campeonatos mundiales femeninos. En 1939, en Buenos Aires, finalizó en el séptimo lugar junto a la holandesa Roodzant, con 11 puntos en 19 partidas. En 1949-50, en Moscú, fue la única latinoamericana presente, finalizando décima. Allí logró destacadas victorias, como frente a las campeonas estadounidenses May Karff y Gisela Gresser, y unas tablas con la campeona soviética Elisaveta Bykova.
Más allá del tablero
También fue reconocida como solucionista de problemas ajedrecísticos, siendo premiada en varias ocasiones por la Good Company de Filadelfia. Además, fue una apasionada del arte y el estudio: se graduó de Bachiller en Ciencias y Letras, estudió inglés y música (violín y mandolina). En 1921 ofreció incluso un concierto como violinista.
Una entrevista invaluable
En 1976, ya retirada y con la salud deteriorada, el periodista Jesús G. Bayolo —gracias a la mediación del GM Silvino García— logró entrevistarla. Aunque se negó a ser grabada por sus problemas en la voz, compartió generosamente recuerdos y anécdotas de su vida.
Recordó que aprendió a jugar a los 10 años, guiada por su padre. En su familia, todos conocían el ajedrez. Sobre su partida inicial: "Fue contra mi padre... y gané", dijo con orgullo.
Afirmó que no le importaba jugar contra hombres o mujeres: "Lo importante es jugar. Es en el tablero donde se efectúa la batalla." Prefería las blancas, el estilo táctico-posicional, y sus aperturas predilectas eran la Ruy López y la Siciliana.
Capablanca no solo le ofreció clases para prepararla para un torneo en Londres (al que no pudo asistir por falta de recursos), sino que alguna vez dijo que había aprendido más de ella que ella de él. María Teresa no sabía de esa frase, pero al oírla, respondió con humildad: "Eso me da orgullo y vergüenza a la vez."
Un adiós con dignidad
Su última aparición competitiva fue en el torneo de Organismos Inter-Estatales de 1960. Representando al Ministerio de Educación, sumó 17.5 puntos con 16 victorias, tres empates y 10 derrotas.
En 1964, participó en un match internacional por radiotelefonía entre La Habana y Bogotá, siendo derrotada por la campeona colombiana Anita de Sánchez. Fue su última partida pública.
Epílogo
Cuando la FIDE instituyó oficialmente los títulos internacionales en 1950, Capablanca recibió el de Gran Maestro póstumo, y María Teresa Mora fue galardonada con el de Maestra Internacional, en reconocimiento a una vida dedicada al ajedrez. Fue la única mujer en recibirlo en esa primera generación.
Los últimos años de su vida estuvieron marcados por una enfermedad que le fue quitando la voz, aunque nunca su dignidad ni su amor por el ajedrez. Falleció a pocos días de cumplir 78 años.
Al despedirse, le dijo a Bayolo: "Yo lo admiro a él (Silvino García)... y a Cuba."
María Teresa Mora no fue solo una pionera. Fue una campeona en tiempos en que ser mujer y ajedrecista era doble desafío. Fue talento, resistencia y pasión. Y sobre todo, un ejemplo inmortal.
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