Por MN
cubana y psicóloga Nery Maceira
Un
famoso psicólogo publicó un experimento muy sencillo:
“ Imagine que tiene
Ud. cuatro años de edad y que alguien le hace la siguiente propuesta
–
Ahora debo marcharme y regresaré
dentro de 20 minutos. Si lo deseas puedes escoger un caramelo pero, si esperas
a que vuelva, te daré dos -. Evidentemente esto es un gran desafío, la gran
lucha que nos acompañará toda la vida: el impulso irreflexivo y su represión,
entre la gratificación y su demora. Y sea cual sea la decisión que tome
el niño reflejará el carácter y la trayectoria probable que seguirá a lo
largo de su vida. Porque como en el Ajedrez no basta la inteligencia
intelectual sino que se requiere de cómo aplicamos esa inteligencia en la vida”.
El Ajedrez resultará el gran entrenador de esta habilidad
esencial : la de resistir al impulso, la de tener el control de las emociones,
puesto que toda emoción , por su misma naturaleza, implica un impulso para
actuar y se hace necesario identificar el mensaje que nos brinda. Cuando
jugamos con otra persona una partida, estamos en la tentación de aceptar lo que
se nos regala, de dar un jaque tal vez sin sentido, de hacer lo primero que se
nos ocurra, el deseo de ganar, el deseo de ceder a un señuelo. Sin embargo si
logramos resistir la tentación estamos en la posibilidad de obtener mayor
competencia, mostrar mayor eficacia personal, lograr mejores iniciativas y aún
si perdemos pues el otro nos supera en fuerza seremos más capaces de superar y
afrontar el fracaso recibido. Participar y disfrutar de este entrenamiento una
y otra vez desarrollara esas cualidades de las personas responsables que tienen
motivación para emprender cualquier tipo
de proyecto.
Una partida entre dos colosos del Ajedrez afirma este hecho.
Uno de ellos, el jugador de las blancas estaba totalmente ganado, no hay
emoción más fuerte cuando uno está en una competencia, el momento en que se
acerca hacernos con el punto, salir victorioso, obtener una ganancia ya
relativamente fácil. Pero cuidado, es el momento más peligroso, no por el
contrario que ya se le van menguando sus recursos de ofensiva, sino por la peligrosa emoción que nos acompaña: creer
que todo es fácil, que todo puede conseguirse sin esfuerzo, que todo ya está
en la palma de las manos. Es el caso de
quien ya quiere comerse el caramelito y esperar unos 20 minutos parece
innecesario.
Esa emoción hace que disminuya el esfuerzo, la sensación de
relajación invade el cuerpo. La alerta atentiva
desciende y lamentablemente nos
equivocamos, aquí está el error.
Petrosian- Korchnoi. Moscú 1963
Ya en la jugada 35 el jugador de las
blancas, estaba bien seguro de su victoria, pero lamentablemente capturó el
peón de h6 y escapó de su atención el peligro de la respuesta f3. Después de
36. Rg5 Re8, la victoria pasó a manos
del jugador de las negras.
¿Le faltó al jugador de las blancas la capacidad
intelectual para valorar la posición? Por supuesto que no. El jugador de las
blancas fue uno de los Campeones del Mundo del Ajedrez. El exceso de seguridad
en sí mismo lo condujo a un grueso error, le restó importancia a la capacidad
de reconocer el sentimiento, a la capacidad de reconocer la emoción que estaba sintiendo.
La incapacidad de
diagnosticar nuestros verdaderos sentimientos, nos deja huérfanos del control
consciente. Si tenemos la certeza de
cómo actuar aún cuando nos ofrezcan
rápidas ventajas, y nos detenemos por un instante a reflexionar: ¿por qué
debería aceptar? , será de las personas que saben librarse de tensiones
desagradables. Usted será de las personas que saben sofocar su impulsividad,
será de las personas que tienen una estrategia para vivir sabiendo que siempre la preparación
fundamental para enfrentarla es la conciencia de uno mismo.
Publicar un comentario