El niño se expresa a través del juego, aprende roles, se relaciona con otros, elabora situaciones que se le presentan en su vida difíciles de “comprender”, disfruta, se divierte, se entretiene, pero el juego también le enseña a adaptarse a un mundo competitivo, donde ganar y perder forman parte del crecimiento y jugando aprende la importancia que tienen sus habilidades y su esfuerzo para desenvolverse en ese ir y venir de logros y frustraciones.
El niño no es un adulto pequeño, es un niño que esta iniciándose en el camino de aprender, por esta razón cuando los padres o el entrenador los presionan para competir, los tiempos y la evolución natural de estos se “acelera”, y el niño se siente exigido a dar más de lo que en esos momentos quizás pueda.
El ajedrez es un juego y cuando se pierde el simple placer de jugar es muy difícil de sostener en el proceso del aprendizaje, ya que si ingresa en el mundo de la competición fuera de tiempo se corre el riesgo de ser rotulado muy precozmente con el ser “bueno” o “malo” impidiéndole el simple placer desde pequeño de disfrutar, y darle el tiempo a desarrollarse en las habilidades necesarias y para aprender de los errores…
Lo ideal sería que no se transforme en un espacio donde se exprese la obligación del alto rendimiento y los resultados, ya que el aprender ajedrez, organiza mentalmente al niño, lo ayuda a aprender y plantear estrategias, a buscar un fin y como lograrlo, a organizar su pensamiento lógico, y en la competición, enseña a ver que existe otro y a respetarlo, para poder lograr un resultado, descentrándolo y compartiendo un espacio creativo.
Cuando existe un sentimiento positivo, aprender es más ameno y esto conllevara a más posibilidades competitivas, pero no es al revés. La presión es inversamente proporcional al logro, es decir que cuando la necesidad de triunfo asfixia el logro se aleja, ya que la capacidad de pensar libre y creativamente se reduce, y empieza el protagonismo de la ansiedad y la tensión.
Es importante que los niños desarrollen su propio sentido de haber logrado cosas, a disfrutar de sus triunfos y a aprender de sus derrotas, si tienen miedo a soltarse y a expresar sus capacidades esto se asociara al sentido que cada uno tiene de sí mismo de competencia personal, este sentido es el que nos dará fuerzas para enfrentarnos a los desafíos que la vida nos impone.
El rol de los padres no es estar todo el tiempo como un guardián que evita que las presiones lleguen a sus hijos, ya que no les estaríamos enseñando para la vida, siempre estamos expuestos a los vaivenes cotidianos, evitarles las presiones no es la meta, la idea sería no agregar nuevas presiones a las ya devenidas de su propia existencia y de las actividades que realiza, el objetivo sería que el niño aprenda a luchar para superarlas, porque cada día tenemos proyectos por cumplir y obstáculos por superar.
Tal vez se trate de que aprenda a superarse a si mismo, nada fácil, pero si muy necesario.
Un saludo para todos
LIC.MARIA ENRIQUETA GRANERO
PSICOLOGA
MAT.22190
NIÑOS-ADOLESCENTES-ADULTOS-PAREJAS
PSICOTERAPIAS BREVES
C/O’DONNELL 32 BAJO B
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