Por Nibaldo Calvo Buides
Siempre he
estado en desacuerdo con la celebración de campeonatos nacionales de ajedrez en
los que incluyen a algún que otro
jugador extranjero, quien juega de manera extraoficial, sin chances de cargar
con premios. Un invitado de calidad para
prestigiar el evento y a la vez para que los jugadores locales se fogueen, así alegan las autoridades ajedrecísticas locales.
Y si ese invitado especial alcanza el primer
lugar, pues el ocupante del segundo lugar se titula como campeón nacional y los
ocupantes de los otros puestos escalan un peldaño, claro, en caso de que todos
sean jugadores locales.
Para mi
queda claro que cada país debe asumir y sentirse
orgulloso del nivel ajedrecístico que ostente, porque en gran medida ese nivel depende del
arduo trabajo que haya realizado las autoridades ajedrecísticas a todos los
niveles. La opción de insertar a
jugadores foráneos en un campeonato nacional
puede acarrear muchos malestares entre los participantes, porque ese invitado especial puede encajarles
derrotas a unos que luego se verían afectados en la tabla de posiciones, y podrían
“beneficiar” a otros para escalar en la
tabla de posiciones. Obviemos la posibilidad de que el visitante regale una
partida o que acepte tablas sin luchar y analicemos la opción de que el “intruso”
pierda o entable en buena lid. Pero sucede que todo puede caer en el campo de
la apreciación. Los jugadores afectados pueden alegar que el “intruso” se dejó caer.
Si una Federación
Nacional desea foguear a sus jugadores puede esperar a que concluya el
campeonato Nacional y realizar una gran base de entrenamiento con la presencia
de varios invitados de lujo, o podría tomar la opción de organizar dos o tres torneos
en recordación a destacados trebejistas locales, donde participen varios
jugadores extranjeros.
Alternativas
existen. Todo es cuestión de asumir la
realidad.
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